0 Mariluz Ortega

El súper poder de elegir.

.Envidio a los que tienen el súper poder de elegir como si nada, fluyendo y sin despeinarse.

¿Te cuesta elegir?

A mí, sí.  Una barbaridad.

Cada vez que tengo que elegir en qué enfocarme de entre varias cosas, me vuelvo loca.  Me cuesta horrores.  Ya me ocurría en mi faceta repostera: si me apuntaba a un reto creativo, siempre elaboraba más de una posibilidad.  Me resultaba casi imposible ceñirme solo a una opción.

Cuando tengo que dar fecha a un taller, me pasa tres cuartos de lo mismo.  No suelo saber dónde ponerlo y acabo poniéndolo en el peor día posible (cuando nadie puede asistir por lo que sea).

Vaya, que esto tiene pinta de ser un patrón en toda regla: tener miedo a elegir y terminar eligiendo «lo peor».

El caso es que, esta mañana, mientras me duchaba, me he dado cuenta de algo que me ha dejado loca y que te comparto por si también te sirve:  ELEGIR EMPODERA.

El miedo a elegir «mal».

Yo tengo requeteinstalado el miedo a equivocarme al elegir.  El miedo a elegir mal y a las consecuencias de esa elección.

Por eso elegir me cuesta tanto.

También, curiosamente, eso es justo lo que me suele llevar a escoger la «peor» opción.

En lugar de escuchar a mi corazón o a mi Ser o como quieras llamarlo para ver qué es lo que de verdad me nace hacer, elijo en función a una supuesta prediccción de los posibles resultados.

Pero, claro, como quiero evitar los resultados «negativos», en realidad me estoy enfocando en ellos y así es más fácil que los atraiga y los acabe manifestando.

Tengo instalada la creencia de que hay opciones acertadas y opciones incorrectas y que, si elijo «mal»…

Puede parecer un poco exagerado, pero díselo a mi inconsciente…

Decisiones «buenas» y «malas».

Creo que esto es algo bastante común:  tendemos a condicionar nuestras decisiones basándonos en el juicio que hacemos del posible resultado de las mismas.

Que luego nos reímos de las pitonisas de la tele, pero estamos jugando a los adivinos igualmente.

En realidad son tantos los factores que pueden afectar al resultado de nuestras decisiones, que la mayoría de las veces es imposible preveerlos.  Por eso es tan difícil «acertar» con las decisiones cuando decides basándote en los posibles resultados.

En realidad, las decisiones las juzgamos siempre a posteriori.

¿Qué el resultado nos ha molado?  Buena decisión.
¿Que el resultado nos ha jodido?  Decisión nefasta («mala» dicisión).

Y ya sabes lo que pasa con el juicio…  que SIEMPRE lleva detrás su correspondiente castigo asociado.

¿Y si el «fallo» está en el sistema de elección?

Decidir basándote exclusivamente en los posibles resultados puede paralizarte.  ¿Entonces?  ¿Cómo decides?

De pequeño haces un poco lo que te da la gana.  Eliges desde lo que te nace.  Pero es probable que te lleves unos cuantos sustos y llegue un momento en que aprendas a «predecir» posibles resultados (por aquello de la supervivencia…)

Te pongo un ejemplo.

Por mucho que te apetezca curiosear en esos agujeritos tan interesantes que hay en la pared… en algún momento aprendes a recordar que la última vez que metiste allí los deditos, tu madre te dio de azotes en el culo diciendo «los enchufes no se tocan». Y así, mil situaciones más.

O sea: acabas asociando causas con efectos y terminas aprendiendo a «reprimir» o modular tus impulsos por temor a las consecuencias de tus actos.  Cada uno en su medida, que no todos somos igual de responsables ni de aventureros.

Algunos olvidamos casi por completo esa elección por impulso y nos quedamos enganchados en la elección en función de los posibles resultados.

¿Desde dónde elegir entonces?

Tampoco es cuestión de desechar este aprendizaje y vivir a lo loco, haciendo lo que nos dé la gana… también hay que tener en cuenta ciertas cosas.  Como casi siempre, el punto medio suele tener la clave.

Por muchas ganas de matar a alguien que tenga, seguramente elijas no hacerlo.

No siempre es perfecto dejarse fluir…

Pero no solo de «tener cabeza» y sentido común viven nuestras decisiones.  A veces conviene añadir este factor «corazón».  Sobre todo para las personas que siempre intentamos decidir en plan previsión.

El consejo sería el siguiente:  para, respira y escúchate, para ver qué sientes y qué quieres.

Se trata de «escuchar al corazón» (por decirlo de alguna manera).  Escuchar esa vocecita interna de manera sincera, te puede ayudar mucho a elegir.

Elegir desde el amor y no desde el miedo.

Desde dentro y no desde fuera.  Si eliges desde dentro, desde lo que te gusta, desde lo que «te nace», es más probable que, sean cuales sean los resultados, te sientas mejor y más coherente con tu decisión.

Podríamos decir que este tipo de decisión es una decisión hecha desde el amor y no desde el miedo.

En este tipo de decisiones, los posibles resultados están en un segundo plano.  No son tan importantes.  Te hacen estar más enfocado en el motivo interno de tu decisión, en ese impulso que te mueve (más en el camino que en la meta, por así decirlo).

Si te fijas en tu vida diaria, tomas muchas más decisiones de este tipo de lo que crees.

Nos pasamos la vida eligiendo.

De hecho, es esa vocecita la que suele elegir todo el tiempo.  En lo que compras, en lo que escuchas, en lo que haces…

Los estudios de marketing confirman que nuestras decisiones de compra (un ejemplo de decisiones) suelen ser poco o nada racionales:  compramos por impulso y luego nos justificamos.

En la elección de pareja «por amor» ocurre tres cuartos de lo mismo.

Estamos eligiendo todo el tiempo.  De manera inconsciente casi siempre, pero eligiendo al fin y al cabo.  A veces elige nuestra zona de confort por nosotros, pero sigue siendo una elección nuestra.

Vale. Si es algo que hacemos todos y lo hacemos todo el tiempo e incluso de manera inconsciente… entonces ¿dónde está el súper poder?

La elección y el empoderamiento.

«Esto lo he elegido yo«.  Es la frase que me ha dejado KO esta mañana.  Es un mantra cojonudo (perdón por la expresión, ya me conoces) porque te empodera y te devuelve las riendas de tu vida.

elegir responsablementeAl fin y al cabo, si esto que estás viviendo lo has elegido tú, lo habrás elegido por algo y, sobre todo (y esta es la clave) PUEDES elegir otra cosa.

Un chute de vitamina R en toda regla…  la vitamina del empoderamiento, la que te conecta con la Responsabilidad.

Así que me voy a recordar a mí misma siempre que pueda que «esto lo he elegido yo» (aunque no sepa muy bien en qué nivel ni para qué).  Y, de la misma manera que lo he elegido, puedo dejar de hacerlo.

Te pega un subidón de poderío… Pero no me creas, pruébalo.  Y luego me lo cuentas, a ver qué tal lo sientes.

elegir te da súper poder

Recuérdatelo.

Whenever, wherever, whatever (cuando sea, donde sea y lo que sea)… recuerda que esto lo has elegido tú.  Sácale el jugo y el aprendizaje a la situación (porque, si lo has elegido, ten por seguro que es para algo) y revisa si quieres seguir eligiendo lo mismo.

Hay elecciones inconscientes muy puñeteras, es verdad.  Por ejemplo algunas que tomamos por fidelidad familiar.  Pero también son decisiones y, siendo conscientes de ellas, podemos dejar de hacerlas.

Por eso es tan importante elevar nuestros niveles de consciencia.  Para que también nuestras decisiones sean cada vez más nuestras y conscientes en lugar de ser decisiones «ciegas» heredadas del clan, la sociedad o el inconsciente colectivo.

Saber te hace libre.

¿Recuerdas aquello de «el saber te hace libre»?  Pues para mí que tiene que ver con todo esto y que ese «saber» se refiere más a consciencia a que ecuaciones diferenciales de segundo grado.


Mariluz Ortega

La autora:

Hola, soy María Luz Ortega. Alma mater de "El Bosque Mágico de Ávalon".
Gracias por pasarte por este Bosque tan especial. :-)
Si quieres saber algo más, visita la sección "sobre mí" de esta página.


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