Las noches de luna, la emoción de la caza…
El olor de la tierra, de las plantas.
El latido de la naturaleza.
Caminamos con cuidado para no perturbar los sonidos que nos rodean.
Acomodando nuestro latido al de la propia tierra.
El cuerpo siempre dispuesto
a saltar con precisión si aparece la presa.
Suspendidos en el tiempo, rastreamos.
Perseguimos. Esperamos.
Nuestras mentes aquietadas y despiertas
nos hacen indistinguibles de lo que nos rodea.
¿Recuerdas?
La emoción de no saber,
de descubrir,
de perseguir,
de poner a prueba nuestra destreza,
nuestra habilidad,
nuestro valor,
nuestra experiencia.
Y en un instante eterno,
como en una danza
milimétricamente coreografiada,
caemos sobre la pieza que, acorralada,
entrega su vida para que la de los nuestros prosiga.
En silencio, agradecemos esa vida
que nos ha sido entregada.
Y volvemos a casa
con la satisfacción de la misión cumplida.
Allí danzaremos y celebraremos
el regalo de seguir vivos.
Recordaremos viejas hazañas,
planificaremos y soñaremos
con nuevas aventuras y descubrimientos.
Recuerdos de un masculino ancestral evocados al oler el aceite esencial «mister» de «young living» por primera vez.